martes, 10 de noviembre de 2009

El Eslabon, 7/11/2009

La doble muerte de Carlitos

07/11/2009. Carlitos estaba haciendo lo que mejor sabía hacer cuando escuchó el grito de Mauro Menna que lo llamaba desde atrás de uno de los arcos para pedirle que le ayude a arriar unos caballos que estaban por ahí cerca, en otro descampado olvidado del corazón sojero del país, también conocido como Pergamino.
Pero a Juan Carlos le gana su pasión por la redonda y lo saca de vuelo, aunque Mauro Menna fuera vecino del barrio, con más edad y pise fuerte. Por eso insiste. Y Carlitos, buenazo e introvertido, acepta a las puteadas.
Lo que pasó luego en las tres cuadras que separan a la canchita de la esquina donde los agentes policiales Jorge Alberto Conde (48) y Daniel Alberto Fernández (44) asesinaron a Juan Carlos Quiroz, de 15 años de edad, sigue siendo un desalmado misterio para su familia.

"Carlitos estaba jugando al fútbol en un potrero atrás de la vía y este muchacho pasa y lo invita a buscar un caballo. Lo invitó y parece que Carlitos le dijo que no y después Menna le dice "vos sos un sorete" y lo convenció y lo llevó. De ahí para allá, una vez que pasó el arroyito, no sabemos más nada, porque lo que le dijo se lo llevó guardado a la tumba", hilvana Juan Carlos, el padre de Carlitos. La repetida película del gatillo fácil comenzó un día antes -lunes a la medianoche- cuando dos camioneros denunciaron en la comisaría segunda el robo de la documentación del rodado. Según trascendió, entre los papeles figuraba el número del celular del chofer, quien horas después -martes a la mañana- habría recibido un mensaje de texto con la oferta de recuperar la documentación a cambio de dinero. Nuevamente el chofer se acerca a la comisaría, alerta a los oficiales y arregla con el responsable del hurto encontrarse en las inmediaciones del Club Banco Provincia, ubicado sobre la ruta 32. Pero Menna sospecha que el camionero lo engaña y no sigue las instrucciones acordadas: "Le dijo que tenía que dejar el dinero en un palo de alta tensión, en la esquina del club; y en el segundo mensaje, Menna les dice que el trato es que vaya sin la policía", continúa Juan Carlos, ayudado por su esposa María, la madre de Carlitos.
Racconto
El jugador, que la rompe en la categoría '94 del Club Atlético Douglas Haig, está llegando a la esquina cuando ve que un auto particular llega a toda velocidad y frena de golpe. Del mismo se bajan dos hombres de civil que a los gritos lo encañonan. Se asusta y trata de correr. Es en vano. El disparo le entra por el cuello y sale por el omóplato. El chofer recibe otro mensaje: "Hijo de puta ese no era el trato, lo hiciste cagar a balazos". Ni cortos ni perezosos, los efectivos Conde y Fernández abandonan el cuerpo de Carlitos y se dirigen a la comisaría. Saben que procedieron en una zona que no le correspondía ya que la esquina donde asesinaron a Juan Carlos Quiroz es jurisdicción de la comisaría tercera y no de la segunda, a la cual pertenecen; también putean porque nunca le avisaron del operativo al fiscal en turno, Guillermo Villalba. Pero van por más. Los agentes del Gabinete de Prevención vuelan a la comisaría para buscar un arma y plantársela a Carlitos. Pero esta vez no tienen suerte. Mientras tanto un vecino pasa en bicicleta y ve el cuerpo de Carlitos. Inmediatamente llama al 911 y la coartada de los homicidas termina. El fiscal Villalba entra en conocimiento y hace detener a los agentes por el delito de "homicidio calificado, en concurso real con el delito de abuso de autoridad y violación de deberes de funcionario público". También el comisario de la tercera, Eduardo Ledesma, queda desafectado del servicio.

Justicia para Carlitos
Conde y Fernández se negaron a declarar. Menna se entregó a la Justicia luego de una marcha de vecinos, familiares y amigos de Quiroz y actualmente se encuentra detenido por hurto y extorsión. "Fijate qué loco, cuando a Ivana Crespi la matan dos pibes chorros hubo una marcha de tres mil personas y hasta Blumberg vino, ahora que la yuta baja a un pibito no somos más de cincuenta", reflexiona un joven que también se acercó al edificio de fiscalía para exigir "justicia para Carlitos". En efecto, el viernes 23 de octubre se realizó la segunda marcha que a diferencia de la primera, de carácter espontáneo, salió en los medios locales con el llanto de María, la mamá de Carlitos. Sin embargo, son las mismas caras las que gritan, cantan, escrachan el asfalto y aplauden (no se acercó ningún sindicato). Son los mismos guachines en cuero y con la casaca de Douglas Haig que intentan coordinar con los redoblantes (ningún colegio, ningún centro de estudiantes, ningún docente). Son los mismos carteles con la foto de Carlitos en pose de jugador rojinegro (ninguna figura pública, ninguna autoridad). Los mismos dibujos del Gauchito Gil (ningún vecino del centro). Son los mismos vecinos que se acercaron a la plaza central para cantar "se va a acabar, se va a acabar, esa costumbre de matar". Mientras tanto, un cordón policial custodia el edificio parapetado como en las elecciones en Afganistán. "No venimos a pudrirla, sólo queremos justicia", dice Sandra, hermana mayor de Carlitos que no entiende tanta parafernalia. "A nosotros no nos gusta la violencia, queremos hacer las cosas de manera tranquila, pero resulta que si vos sos tranquilo nadie te escucha", concluye el padre, con una serenidad que desborda dolor. Mientras tanto, Pergamino sigue su rutina. Pasa de largo ante la marcha, saca sus autos estacionados en esa cuadra. El barrio y la casa humilde de Carlitos ya es, para el medio pelo pergaminense, motivo de sospecha. "Uno menos", "seguro que no estaba cazando pajaritos" o "dicen que tenía un arma" son los argumentos que esgrimen para explicar el homicidio. Y los periódicos locales tampoco ayudaron mucho a esclarecer el asesinato de Carlitos, escribiendo una y otra vez que se trató de un "confuso episodio", cuando lo único borroso fueron las circunstancias en que Quiroz llega al lugar y no así su vil fusilamiento. Pergamino asesina a uno de sus hijos de un tiro en el cuello y lo remata en el corazón con la indiferencia de los que no quieren ver las consecuencias de una ciudad que pide más policías y con la hipocresía de aquellos que se indignan sin indignarse. Hasta el momento, la memoria y el pedido más vivo de justicia y solidaridad bajó de los tablones fogoneros, justamente de esos que la sociedad pergaminense preferiría no ver, o que simplemente se conformaría con mandarles a los Conde y Fernández que abundan en las filas de la bonaerense o la federal y que conforman, como bien definió Rodolfo Walsh, "la secta del gatillo alegre"•

Link: http://www.eleslabon.org.ar/noticias_desarrollo.shtml?x=53539

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